Todos los organismos vivos que comparten un mismo espacio interactúan entre sí. Estas interacciones biológicas pueden involucrar a individuos de la misma o de diferentes especies. Cuando estas interacciones se centran en la alimentación, son denominadas interacciones tróficas. Generalmente, cuando se habla de ellas, lo primero que viene a la mente son aquellas interacciones tróficas de depredación, en las que existe un depredador, por ejemplo un pez, persiguiendo e ingiriendo una presa, dejando claro quién gana y quién pierde.
Sin embargo, existen otras interacciones tróficas que resultan más sutiles, como lo puede ser un organismo filtrador, como un chorito, alimentándose de organismos microscópicos como el plancton. Sin importar su carácter, evidente o sutil, las interacciones tróficas permiten el traspaso de materia y energía desde la presa hacia el depredador, determinando la abundancia de las diferentes poblaciones de organismos que comparten un ecosistema. Así, en un sistema natural, la presencia de depredadores es sumamente importante porque regula la abundancia de presas, impidiendo que su número aumente desmedidamente. De igual forma, la abundancia de las presas regula la cantidad de depredadores, quienes son incapaces de reproducirse descontroladamente si no hay suficientes presas para alimentarlos a todos.